jueves, 11 de septiembre de 2008

Aparece un león... y eso parece siempre un hecho temible, sangriento, de rapiña salvaje, de rugido. El león en la selva hace la idea de un cómodo y aposentado mamífero en lo más alto del poder. El poder del león entre el follaje se limita al imaginario selvático y hasta ese espacio llega su condición.
La escritura que acá se presenta no proviene de los terrenos lejanos del África, sino que está aquí cerca, en la ciudad desleonizada, desencajada del poder terrorífico y siempre dispuesta a brindar textos, reflexiones, maneras de ver, posiciones antagónicas que se autorefieren. El león cobra entonces otra dimensión, como el objeto que corrido de su entorno natural transforma su naturaleza y la que lo rodea. O sucumbe ante la imposibilidad de adaptarse aclimatando el ambiente. Y si logra sobreponerse a las embestidas de eso que no quiere que él exista, entonces alcanza un grado de libertad.
No hay que olvidar también que la idea de León esta insertada extrañamente en la vida urbana, mas que nada por varios y disímiles nombres: Ferrari, Tolstoi, Gieco, Trotsky, Manuel Santillán, Rozitchner, Felipe. No necesariamente estas identidades están integradas a la revista, no siempre nos abarcan, pero si que sirven para aludir al animal y, desde un mezclado sutil materializar esta publicación, que aparece desde la pulsión de ímpetu reflexivo que se nos hace carne. Bien: carne, pulsión, ímpetu, todos términos que están en todos los leones o en el león mismo de Latinoamérica. Esa pulsión se convierte en llamado, ya que su objetivo utópico es el de referenciar la discusión: queremos participar y mostrar la necesidad de que exista unidad entre los que nos dedicamos a pensar y actuar en la realidad. Una unidad no artificial, una unidad en la diferencia pero cuyo trasfondo sea la creencia en que la creación y el dialogo funda el conocimiento y la voluntad de saber y actuar.
Y sin necesariamente la referencia a los nombres y sin necesariamente la reacción carnívora, está en leer textos y en leer alrededores, la forma que nos vincula a la posterior escritura. El deseo de ser leones y leonas: los que leen mucho, pero no leones y leonas alienados y alienadas, sino leones y leonas que comparten, serios y temerarios, que se forman entre ellos y se incitan a perseguir un sueño noble. Es la iniciativa que desencadena –o trata de desencadenar- una maraña de discusiones inter e intrapasillos. Estudiantes a inquietarse, edificios a comunicarse y miradas a cruzarse. Mundos a construirse. En nuestra propia escritura estará quizá, una forma no menor de reconocernos y suscitar esos lazos que tanto escasean, que necesariamente hacen falta. La ambición más grande, pero no la menos confesada, será la de armar un ejército de leones sin comandantes cuyo rumbo es existir en un mundo que pide que no existan o que existan poquito, o que existan de esta forma y no de otra.
Estamos en este pantano potencial de la convergencia de criterios, modos de escritura, paradigmas e ideologías. Esperamos que a los lectores esto los invite a complejizar la trama aún mas, como síntoma de la participación, de la acción política.